martes, 10 de agosto de 2010

EL MAL. I

El mal comienza por no poder mirar al otro como a uno mismo. Comienza por no poder establecer un vínculo entre el yo y todo lo demás. El mal comienza cuando el ego empieza a crecer hasta que llega un momento en que se desborda. Pero ¿Cómo ocurre eso? En realidad es un largo proceso. Quizás comienza desde los primeros llantos, desde los excesivos apapachos, desde la sobreprotección en la que "se le da todo" al sujeto. Pero también puede empezar desde la falta; desde la imposibilidad de creer que hay algo o alguien a quién asirse, desde la imposibilidad de sentir la presencia de lo inconmensurable como algo verdaderamente protector. Y entonces el sujeto podría buscar prácticamente durante toda su vida algo que llene el hueco, algo que sustituya la hiancia. El mal se va desarrollando mediante un ego que nunca tiene medida, que nunca tiene llenadero. Podemos citarlo así: El ego no tiene llenadero. Significa que el sujeto querrá estar colmando algo que, de suyo, no se puede llenar nunca. Esto se concreta muy evidentemente en todas esas personas que siempre quieren más, siempre más poder, siempre más dinero, siempre más goce, siempre más control. No significa que estas cosas sean malas per se; sólo significa que aunque se tengan, no llenan la subjetividad, no llenan el ser; en pocas palabras, no llenan el hueco. Sin embargo no se crea por esto que no hay salida. Muy al contrario, hay múltiples salidas: la creación, la inspiración, la mística, el arte, el perfeccionamiento de las habilidades del cuerpo, etc., todo ello sin exagerar.

El mal se instala a partir de la división también con un otro que no nos causa deseo alguno por conocer. Se va desarrollando desde una especie de confrontación en la que todos perdemos; en un principio sucede en un par de personas que no desean conocerse (y conocerse aquí equivale a múltiples sentidos de dicha palabra) Y podemos observar esto muy claramente en las relaciones de pareja. Cuando se quiebran, cuando uno o ambos se pierden en el ego, cuando ya no producen deseo por el yo del otro o por el gozo del otro, todo se pierde. Se rompe una gran posibilidad de regenerar los vínculos que sostienen la vida; se pierde la posibilidad de permanezca eso que únicamente puede derribar al mal en todas sus dimensiones. El mal se desarrolla cuando dejamos que el ego nos domine, a tal grado que perdemos el yo. Lo que sigue es la decadencia del sujeto ¿Algo de esto tendrá que ver con los males de nuestra época? No sé. Tendré que pensar la otra parte de la historia; obviamente, no solo, sino con ayuda. Salud.

1 comentario:

  1. ¿Qué tan malo es el mal para quien lo comete? ¿Puede haber búsqueda de la perfección sin intentar exagerar? ¿El mismo mal no es ya una salida y la salida en si no es mal? ¿No es la falta lo que nos mantiene en pie? ¿Alguien lleno aun tendría un porque para llenarse más, para continuar? Quizá perdería su sentido y solo restaría la muerte.

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