jueves, 29 de abril de 2010

Las fuentes del placer

He revisado las fuentes del placer a lo largo de mi vida. He sentido placer al descubrir los ojos de una muchacha peliroja y pecosa que fue el primer amor de mi infancia... luego el placer de ver la figura de S. a la que perseguí tantos años sin lograr conquistar.... yo era entonces un griego capaz de derribar las puertas de Troya. Pero conmigo no pasó, Troya no se incendió con mi mirada. Y hace poco me voy enterando que causé traumas infinitos en una niña que más que poder amarme, sentía que yo era insufrible para ella cuando iba buscándola por los pasillos del mercado del lugar en que vivíamos.
El placer se detuvo por muchos años en cosas simples como tirar patos al agua, o en jugar a las escondidillas... y obviamente viví el placer culpable de ver el sexo de mis primas, cuando de niños no sabíamos ni siquiera qué era el sexo, quizás esto me liga profundamente a ese verso de Neruda que dice: "los primos, que juegan extrañamente con sus primas". Luego me sedujeron los encantos de A. que era como el mismo cielo prometido, pero a la que nunca me atreví a abordar... Esa historía sí se redujo al simple amor "platónico" como le llaman los que no han leído a Platón... o sea, un amor no fugaz y sin embargo realizable, pero que no se concretó por miedo, o porque no hubo instantes de encuentro afortunados. Me sedujo después el placer de ser un poco desmadroso... un año o dos al salir de primaria. Era terrible encontrar que la malicia era un fuego adrenalínico... así que pelear, burlar a otros, entrar a hurtadillas en un salón prohibido en el que "había fantasmas", señalar a las niñas por sus trenzas o con algún apodo fue una distracción de aquella edad. Lo bueno que fue poco, duró poco. Después, ya en secundaria una vez que sentía el placer inicial del sexo reportándose en mi propio cuerpo, había alrededor de mí cientos de incertidumbres; cientos de dilemas... y cargas de dolor por muertes en mi casa y por enfermedades...y eso tal vez me impidió disfrutar. Pero el placer segía ahi... soñaba con L. noche y día; pero L no cedía. me costó tres años de la vida saberla mía para siempre.. pero ese 'para siempre' significa que nunca nos casamos.. que ese "verdadero amor" también se quedaría en un infinito desaliento.
Y eso sólo es una parte de la fuente. Por lo demás hallé placer en leer mil historias, en meterme en mil lugares, en conocer la ciudad por cuenta propia hacia mis trece años, porque ya trabajaba y podía costearme algunos gastos... Y era infinito el placer de llenarme los ojos con toda la extensión de la vida alrededor de mí, esperándome, viéndome tan sólo disfrutar la libertad primera que dice "yo soy libre".
Qué pena que placeres tan simples ya no estén a la mano. Que ahora muy pocos puedan salir sintiendo libertad en el ambiente ocuro que emerge en la primera década del siglo en este país de contradicciones llamado México.

Noé Treba. 29 de abril de 2010