viernes, 17 de febrero de 2012

EL ETERNO RETORNO DE LA CATARSIS.

Suele ocurrir de la misma manera todas las veces: el terapeuta espera después del silencio pesado... el paciente hace muecas, o carraspea con la garganta ya casi anulada; la emoción está ahí, encriptada todavía. Entonces el silencio aumenta, se hace intenso. Ambos resisten algo desconocido, algo que no había sucedido anteriormente. Sigue algún comentario trivial, quizás insipido. Ahi es donde el terapeuta insiste, abre la puerta a un momento que no ha quedado bien definido, que se estrella con muchas cosas dichas y escuchadas durante el trayecto de la terapia. La resistencia se rompe de pronto, y aflora el recuerdo desconocido, o la imagen reprimida, o el evento que dolió, que lastimó, que laceró la mente o las emociones... Ese momento que se quedó ahí, en algún lugar, dañando, deteniendo el tiempo, encapsulando al destino, a la vida... el paciente tiembla, llora, primero de a poco, luego completamente; separado ya de ese tono supuestamente racional que a veces predomina en la terapia, en las explicaciones, en las máscaras. El paciente no sabe por qué ese llanto lo sana, lo conmueve de una manera distinta a cualquier otra. El terapeuta a veces ni siquiera emite palabra alguna, acompaña, guarda un silencioso respeto, se autoanula a sí mismo sin desaparecer, no en el sentido de la abnegación, sino en el sentido de la integración con el otro. Cuando poco a poco este momento pasa ambos han transitado una frontera final: la frontera donde el síntoma se escondía, la frontera donde el trauma, la obsesión, la fobia, la tristeza o la rabia afilaban sus cuchillos. Es también la frontera del eterno retorno; la catarsis termina ahi, pero sigue la repetición de otras mútiples cosas ligadas al problema, éstas son residuos que quedarán inconclusos, que determinarán lo mucho o poco que se logre "superar" lo que llevó a la persona a buscar ayuda.
El eterno retorno de la catarsis será un recuerdo, que se desvanecerá tardíamente en los sueños del futuro, en la vida ya añosa del paciente, que aún recordará que sufrió. Pero el gesto desdibujado del terapeuta apenas estará en su memoria; lo mismo que el trauma.
Y la terapia habrá tenido éxito una vez más, en esa postura de trabajo, con esos conceptos terapéuticos, bajo ese "enfoque" clínico. Lo mismo sucedía antes, sucederá después, es el ciclo de las demoliciones, del reencuentro con el sentido. La terapia psicológica tiene valor por ese reencuentro que el otro realiza consigo mismo.

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